El Atlético de Madrid ha sido uno de los grandes ganadores del mercado de fichajes. No solo por el casi nulo refuerzo de sus rivales, que vieron escaparse a Leo Messi y a Kylian Mbappé, sino porque también han sabido incorporar a jugadores de prestigio, como el caso de Antoine Griezmann.

Los colchoneros manejaron la ventana de fichajes a la perfección. No se precipitaron y esperaron al momento justo para dar la estocada. Conscientes de los problemas financieros del Barcelona, aguardaron a un movimiento de desesperación de Joan Laporta y que llegó el último día de mercado. Fue entonces cuando se abrió la oportunidad Griezmann.

El jugador galo dio un paso adelante en su carrera hace dos temporadas cuando dejó el Atlético por el Barcelona, con el objetivo de seguir ganando títulos y de comer en la mesa de Messi y de Cristiano Ronaldo. Los 120 millones de euros que los blaugrana pagaron por él no parecían una barbaridad para uno de los futbolistas más en forma del momento y campeón del mundo con Francia. Sin embargo, nunca salieron rentables. Griezmann no se ha encontrado cómodo en el sistema del Barcelona y, aunque su última temporada fue potable, una salida parecía lo mejor para ambas partes.

Y ahí entró en juego el Atlético. Se aprovechó de la necesidad del Barcelona y firmó al atacante galo por 40 millones de euros, es decir, 80 menos que por lo que lo vendió. Se podría decir que el Atlético ha ganado 40 millones de euros por cada temporada que no ha contado con Griezmann. Negocio redondo, aunque está a la espera de ver cuál será el recibimiento que tenga en el Wanda Metropolitano.

Y es que a la afición del Atlético no le gustaron las maneras de Griezmann y cómo salió del equipo, así que habrá que ver si le han perdonado para esta segunda etapa o si siguen de uñas con él. Lo cierto, es que la relación estará guiada por su rendimiento deportivo. Si Griezmann lo hace bien, el colchonero estará encantado. Si no rinde, será centro de las críticas.