El Tour de Francia deja atrás la década de los horrores y nos regala el mejor espectáculo
De 1998 a 2007, el Tour de Francia vivió una serie de acontecimientos relacionados con el dopaje que pusieron en tela de juicio la credibilidad de la competición.
La del 2023 está siendo una edición memorable. Dos victorias españolas, un sprinter que vuela y la encarnizada lucha por el amarillo entre Vingegaard y Pogacar. ¿Qué más se puede pedir en este Tour de Francia?
Pero no siempre fue así. En apenas una década, la credibilidad del ciclismo y más concretamente la del Tour de Francia se desplomó por completo. La edad de dominio de Miguel Induráin terminó con un Bjarne Riis que se lo ganó dopado con EPO en 1996 en una trampa que confesaría años después de su retirada. Eso fue el principio del fin de todo. En 1998, la EPO ya estaba extendida en el pelotón a niveles masivos.
El masajista Willy Voet, que trabajaba para uno de los mejores equipos del pelotón como el Festina, fue cazado en la frontera entre Francia y Bélgica con doscientas ampollas de EPO, casi cien de hormonas de crecimiento y docenas de cajas de testosterona el día antes de la salida del Tour de 1998 en Dublín.
Aquello desencadenó una ola de detenciones y abandonos que dejaron tocada la carrera y la credibilidad de la misma.
Ese asunto propició que en 1999 naciese la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) con el objetivo de poner orden en un ciclismo que cada vez parecía más fuera de control. La victoria aquel año de Lance Armstrong en el Tour a través de una historia de superación tras el cáncer no hizo sospechar a nadie. ¿Cómo un tipo que había superado el cáncer iba a meterse drogas para ganar la carrera?
Conforme pasaban las temporadas y la superioridad de Armstrong se volvía más insultante, las sospechas empezaron a crecer. El norteamericano, especialmente gracias a sus contactos en la Unión Ciclista Internacional, conseguía que no le echasen el guante pese a que era evidente que algo raro había en sus resultados y en los de su equipo, el US Postal.
Años después, la USADA (agencia estadounidense antidopaje) consiguió desmontar a Lance a través de la confesión de sus amigos más cercanos.
Después de Lance
Armstrong se retiró en 2005 sin que se consiguiese demostrar que se dopó. Al año siguiente, uno de sus gregarios más leales, Floyd Landis, iba camino de ganar el Tour de 2006 cuando el español Óscar Pereiro se coló en una fuga y consiguió el maillot amarillo. El norteamericano se vio obligado a hacer una machada para recuperarlo ganando la carrera y siendo desposeído a los pocos días por un positivo por testosterona.
Hay que recordar que esa misma temporada tuvo lugar en España la Operación Puerto en la que fueron sancionados ciclistas como Jan Ullrich, Ivan Basso o Alejandro Valverde por sus relaciones con Eufemiano Fuentes y su red de dopaje. Aquel Tour ganado por Pereiro iba sin muchos primeros espadas que cayeron semanas antes de la competición.
Al año siguiente, lejos de que las cosas se calmasen, Michael Rasmussen fue expulsado del Tour de Francia cuando iba líder con más de tres minutos de ventaja sobre el segundo clasificado, Alberto Contador, a falta de cuatro etapas para el final. El motivo es que había mentido sobre su paradero un mes antes del inicio de la carrera para evitar que le hiciesen controles antidopaje.
El pasaporte que todo lo cambió
En 2008, la UCI creó el pasaporte biológico para que sus controles fuesen mucho más rigurosos y que fuesen conforme a la genética de los ciclistas. El resultado fue que esa temporada se vivió uno de los Tours más igualados de todos los tiempos que terminó ganando Carlos Sastre. El abulense nunca tuvo ningún tipo de polémica con el dopaje, curiosamente.
Desde su rancho en Texas, el hasta entonces intocable Lance Armstrong observaba ese triunfo y llegada a la conclusión de que podía volver y ganar tres años después de su retirada. "Pensé que si Sastre había ganado el Tour yo también podía volver y ganarlo", dijo en un documental.
Aquel gesto de soberbia de Armstrong de regresar e intentar ganar hizo que con las nuevas reglas y el pasaporte biológico provocó sus coartadas pasadas quedasen todavía más en entredicho. A la USADA sólo le hizo falta que sus compañeros corroborasen sus sospechas sobre sus índices para cerrar la década más horrible del ciclismo profesional en 2012 desposeyéndole de sus siete Tours de Francia y dejándolos desiertos.
Por suerte, los casos de dopaje han pasado a mejor vida y hoy disfrutamos, posiblemente, del mejor Tour de Francia de los últimos años.